Cuando tenía 16 años, vi
un documental sobre los primeros años del Sida en el mundo. Creo que
fue por HBO, no recuerdo muy bien. Allí se echaba el cuento de cómo
se reportaron los primeros casos, los intentos iniciales de la
comunidad científica de conseguir el agente que causaba la
enfermedad.
Además el documental
retrataba las movilizaciones de los grupos de lesbianas, gays,
bisexuales y transgéneros para lograr que se encontrara una cura
para la enfermedad o al menos un tratamiento.
En el documental reseñaban
la posición de los bancos de sangre y las farmacéuticas que, a
pesar de que sabían que el virus se podía transmitir por la sangre,
no hicieron nada porque consideraban un gasto enorme tener que hacer
pruebas de VIH a todas las donaciones. Eso ocasionó que muchos
pacientes hemofílicos resultaran infectados, niños, ancianos,
jóvenes.
Fue toda una calamidad,
pero una calamidad evitable. Y no se hizo nada porque no había
voluntad política, por intereses económicos.
Mientras esto pasaba,
seguía aumentando la cantidad de infectados y los encargados de la
toma de decisiones, los políticos, los dueños de empresas,
farmacéuticas, no hicieron nada.
Sentí tanta impotencia,
tanta. No se imaginan cuánto, pero no lloré. Cuando estaba
terminando el documental comenzó a sonar una pieza de Queen, y
empezaron a pasar imágenes de la gente afectada, las movilizaciones,
las protestas, las colchas, las vigilias, y en eso ponen la imagen de
un joven que está en una vigilia, con una vela frente a él, era de
noche, y el muchacho veía la vela de una forma, como preguntándole,
por qué, por qué yo, por qué a mí, por qué a mi pareja, por qué
a nosotros, por qué nos pasó esto. Era una mirada cargada de
preguntas, de rabia, de duda, de frustración, de impotencia, y en
ese momento no pude evitarlo y empecé a llorar.
Lloré, lloré, lloré.
Fue como si hubiesen abierto una represa, y el llanto salió, y no lo
pude contener. Lloré mucho, lloré por las víctimas, por todos los
que habían resultados infectados, por todos los que murieron, muchos
de ellos eran homosexuales, bisexuales, muchos de ellos murieron
solos, sin el apoyo de su familia, ni amigos, por el rechazo que
generó la enfermedad.
No se sabía muy bien cómo
se transmitía la enfermedad y las víctimas del virus tenían que
lidiar con la enfermedad y el rechazo social.
Ese día lloré y después
de llorar tenía la determinación que iba a ser un trabajo
voluntario con los pacientes seropositivos. Estaba determinado a
hacer visitas hospitalarias, en esa época no sabía que se llamaba
así, visitas hospitalarias.
El primero de diciembre de
1996 llamé a varias organizaciones que trabajaban en VIH/Sida, les
dije que quería hacer trabajo voluntario, no recibí respuestas
positivas. Algunas me decían que en ese momento no necesitan, o que
no sabían cómo incorporar a voluntarios a sus redes de trabajo.
También visité otras ONG y les conté que quería ayudar, que
quería hacer visitas hospitalarias. En algunos sitios le tenían
pavor a las visitas, porque era un trabajo voluntario que golpeaba
emocionalmente, y no todas ni todos tenían la fortaleza para
hacerlo.
Yo quería hacerlo, pero
no conseguí un espacio para canalizar mis ganas de ayudar.
Luego de unos meses de
búsqueda y de tocar puertas, me di por vencido. No encontré una ONG
donde pudiera prestar mi trabajo voluntario.
Con los años, y por la
vía más inverosímil, una ONG que trabajaba en VIH/Sida me
contactó. Un compañero de trabajo de mi madre era voluntario en una
ONG que necesitaba un diseñador, y él sabía que yo diseñaba, como
hobbie, así que este muchacho le preguntó a mi mamá si yo no
quería hacer un trabajo voluntario con ellos.
Mi mamá me dijo y me puse
en contacto con ellos. Eso fue en el 2000. Por varios años los ayudé
en el área de prensa y con el diseño de sus publicaciones.
Todavía no he podido
hacer visitas hospitalarias. Ellos no las hacen. Todavía quiero
hacerlas. Ojala algún día pueda hacerlas.
Lo curioso es que en mi
caso, yo me vi primero como un activista en el área del VIH/Sida que
como un activista gay. Incluso en ese momento de mi vida, a los 16
años, todavía no había aceptado mi homosexualidad, pero sabía que
esta enfermedad había golpeado principalmente a la comunidad gay
mundial.
Quizás,
inconscientemente, esa fue la forma que encontré para acercarme a un
mundo donde había más posibilidades de encontrar a otros
homosexuales.
Así me hice activista
contra el VIH/Sida.
PD: Con los años descubrí que la peli que vi se llama "Y la banda siguió tocando"
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