viernes, 5 de diciembre de 2008

RESEÑA / Sabana Gay, el closet abierto

Gioconda Espina
Reseña publicada en la Luna azul

En Caracas, hay espacios que han sido tomados pacíficamente por la comunidad LGTB: las calles, los bares, las saunas, las pasarelas de ciertas avenidas… Un evento tuvo lugar este mes de octubre 2008 en la Sala E de la Universidad Central Venezuela, “Minorías sexuales en las ciudades”, organizado por el profesor del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (Ininco) de la Facultad de Humanidades y Educación, Carlos Colina y sus aliados en la convocatoria y presentación de ponencias.

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La ponencia central estuvo a cargo de Beatriz Gimeno, de la Universidad Complutense de Madrid y ex-presidenta de la Federación de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales de España, ponencia intitulada “Chueca ¿gueto o espacio de libertad?”. Chueca, por si queda algún lector o lectora que no lo sepa, es el barrio pacífica y progresivamente tomado por la comunidad LGTB de Madrid, y quienes solemos visitarlo cuando vamos allá sabemos que si hay algo que Chueca no es, es un gueto, más bien es un espacio de libertad para la comunidad de toda la ciudad y quienes la visitan, que cuenta con más de 250 comercios de diversa índole en el que nadie se queda mirando fijo y con cara de ¡ay qué horror! a nadie que se esté midiendo un par de zapatos o se abrace o bese por las calles o en la plaza central con su pareja del mismo sexo, o llegue con su perrito a una elegante cafetería, como la “Mamá Inés” donde entré después de comprarme unos zapatos rojos enfrente.

Sobre las posibilidades de un barrio Chueca en Caracas, la respuesta de los ponentes fue unánime: ya existe ese lugar y se llama Sabana Grande, Sabana Gay, situado como todos sabemos entre Plaza Transfor (Plaza Venezuela, final de la avenida Libertador) y Chacaíto Lesbian.

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Otros cinco académicos ofrecieron los resultados de sus investigaciones, sin duda facilitadas por ser ellos mismos de la comunidad LGTB.

Alexis Alvarado, de la Escuela de Letras de la UCV, fue el que renombró los espacios de libertad de la comunidad caraqueña, sin dejar de mencionar al “Pullman” de la avenida Solano, paralela al bulevar de Sabana Gay, y a los bares del callejón de la Puñalada (que tiene un nombre oficial que nadie recuerda nunca, y queda en la esquina de la farmacia Asunción del bulevar) que se comunica con la avenida Casanova. “El bulevar de Sabana Gay es nuestra zona rosa informal, a falta de una zona rosa legal; es el espacio para el desahogo, la descarga de la seducción entre hombres”, dijo, antes de preguntarse sin responderse: “¿es bueno encerrarse en un solo lugar?”.

Carlos Colina, organizador del evento, hizo una investigación entre los gays asiduos de Sabana Gay, veintidós sujetos jóvenes y adultos. Visitaron Sabana Gay de día y de noche, tuvieron informantes claves, con el objetivo de rescatar las visiones del espacio que tienen los otros. Sus conclusiones son que los veintidós reconocieron el espacio como lugar de fuga, de escape, libertario, de trasgresión.

Al recordar la invasión de buhoneros en el bulevar y la violencia de todo tipo que ocurría alrededor de ellos (muchas veces contra los mismos buhoneros), una pesadilla que duró hasta hace menos de dos años, una no deja de asombrarse oyendo que gays jóvenes y adultos puedan decir al equipo de Colina que –para algunos de ellos– en ese espacio para la libertad “no hay límites”.


Los jóvenes tienen una valoración más positiva del espacio, mientras que los adultos son más negativos o ambivalentes, con frecuencia nostálgicos de la Sabana Gay del pasado. No todos los jóvenes conocían la renominación como Sabana Gay, pero les gustó. El punto de condensación gay de los adultos es el callejón de la Puñalada, mientras que el de los jóvenes es el centro comercial El Recreo.

Colina concluyó su exposición sosteniendo que Sabana Gay, como “espacio para la autorrepresentación de la vida” (Drucila Cornell) podría ser el South Beach o el Greenwich Village de la comunidad LGTB caraqueña.

Marcia Ochoa, de la Universidad de Santa Cruz (EEUU), quien realizó su trabajo doctoral a partir de una investigación con los transfor de la avenida Libertador, describió “las inmediaciones transformistas en la avenida Libertador” en 2002-3, fecha de su investigación. No han cambiado mucho pues cada vez que viene, ella visita a las transfor en su mismo lugar de trabajo.

En 2002-3 las transfor imitaban a Shakira o a Helena Naranjo, a diferencia de transfor anteriores, como la famosa Venezuela que imitaba a Irene Cara. La avenida Libertador, inaugurada en 1966, es el punto de condensación de las transfor de Caracas desde 1970. Siendo un lugar “inhóspito”, enorme, agresivo, lleno de luces y sombras, las transfor deben negociar (con la policía, los transeúntes agresivos, etc) noche tras noche en ese kilómetro que va de la plaza Venezuela a la Campiña.

Las seis pasarelas de la avenida son el lugar para la exhibición, para el “brillar sobre los tacones”. De hecho, ellas hablan de “montarse en la pasarela”… pero las pasarelas son también la vía para salir rápido del lugar, por las escaleras laterales. Los “perolones” de la policía son también lugar de escondite en caso de peligro.

Carlos Gutiérrez, de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, y José Benítez, de la Universidad Bolivariana de Venezuela, hicieron lo mismo que los investigadores anteriores: describieron los espacios, sin propuesta alguna de acción pública a corto plazo en una agenda a mediano plazo. Pero agregaron a la descripción de las saunas heterosexuales (la mayoría) y gay de Sabana Gay, de la Casanova y de Altamira, la caracterización de las técnicas de “cortejo y desaire” que ahí priva para el intercambio sexual.

Y aportaron esta reflexión: la sauna es un micromundo que reproduce al que está afuera, es tan conservador como el otro, la única diferencia es que tienen una hora de apertura y de cierre y se paga la hora. Con el pago de la entrada no se garantiza el encuentro sexual, hay que buscarlo o aceptarlo: el silencio y el énfasis en lo gestual prevalece en quien busca y acepta el encuentro sexual, la palabrería es mala señal, el “toque” casual es la llave maestra.

Continúa.
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