lunes, 7 de septiembre de 2015

Cuando las mujeres hayan desaparecido de Benedicte Manier


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Este libro lo encontré en Liberarte en el año 2008. En esa época estaba haciendo la Maestría en Historia de América Latina en la UCV, y esta librería estaba en el Centro Los Chaguaramos.

Antes de este libro no conocía nada sobre este tema. Les transcribo el texto de la contraportada:
“Actualmente hay en Asia cien millones menos de mujeres que de hombres: esas “mujeres que faltan” son niñas que no han podido nacer, a las que han matado poco después de su nacimiento o a las que han dejado morir a edad temprana. En India la dote necesaria para su boda las convierte en una carga económica insoportable; en este país, pero también en China y en otros países asiáticos, una serie de prejuicios ancestrales hacen que el nacimiento de una niña suponga un deshonor. Desde la década de 1980, la ecografía y el aborto se vienen utilizando a gran escala para eliminar a las niñas, produciéndose lo que cabe denominar como “feticidio”. Ello no ha hecho que desaparezcan, ni mucho menos, el infanticio ni la desatención”.

“El día de mañana Asia tendrá que gestionar una población de varias decenas de millones de hombres solteros. Jamás en la historia se había producido semejante brecha demográfica. Y, en la región más poblada del mundo, ello tendrá consecuencias sociales difíciles de prever”.

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¿Cómo se puede decir que en Asia faltan 100 millones de mujeres?

En el resto del mundo, la proporción entre hombres y mujeres es similar, algo así como 1:1, un hombre por cada mujer.

En Asia la diferencia es alarmante. La brecha es muy marcada. Uno de los primeros en llamar la atención sobre este asunto fue el economista indio, Amartya Sen, en 1990. Posteriormente él ganó el Premio Nobel de Economía en 1998 por su definición de los criterios del desarrollo humano.

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En este libro Bendicte Manier hace una investigación exhaustiva, tiene mucha documentación, remite a otras fuentes. Analiza el problema a profundidad y revisa las causas de este prejuicio en cada sociedad.

En India está la dote. En países de mayoría musulmana es un deshonor tener hijas. En China está la política del “hijo único”. Solo las familias adineradas chinas, que pueden pagar un impuesto adicional, están autorizadas a tener un segundo hijo.

Frente a esta limitación, las parejas chinas prefieren tener varones. Si nacen niñas las abandonan. Por eso se explica que los orfanatos chinos estén llenos de niñas.


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En India las autoridades intentan frenar este problema, pero sin mucho éxito. Prohibieron a las doctoras y doctores revelar el sexo del feto a la pareja durante los ecosonogramas. Si lo hacen, corren el riesgo de perder su licencia. Los futuros padres tampoco pueden preguntar el sexo, so pena de pagar una multa.

Esta regulación se viola con facilidad, sobre todo en el norte de India. Surgió el oficio de “técnico de ecosonograma” que va recorriendo el país con una máquina de ecosonogramas. Este técnico tiene menos que perder, y suele decir el sexo de los bebés de manera velada. Por ejemplo, “tendrán una hermosa bebé” o “serán padres de un bebé fuerte”.

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En el sur de India, sobre todo en las zonas urbanas, varias organizaciones no gubernamentales han lanzado campañas para cambiar la percepción de tener hijas. Una de ellas usa una diosa hindú, para revalorizar el papel de la mujer en la sociedad. Los resultados son limitados, pero son un intento.

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En Occidente, las mujeres han luchado por décadas para que les reconozcan el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, incluido el derecho a interrumpir un embarazo.

Me sorprendió descubrir cómo el logro del aborto se puede usar contra las propias mujeres. El problema no es el aborto, ni el invento del ecosonograma. El problema es el prejuicio contra las mujeres.

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Esta falta de mujeres en Asia ha aumentado el caso de violaciones en masa; el tráfico de mujeres para trabajo sexual o casarlas a la fuerza.

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Benedicte asoma el debate ético que vendrá sobre la elección de bebés mediante la biotecnología. Cómo los prejuicios sociales pueden usar esta tecnología contra poblaciones estigmatizadas que puedan tener un marcador genético.


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Para terminar, Benedicte da unas ideas útiles sobre el problema y sus soluciones. Primero acabar con la tradición de la dote en India y los países de mayoría musulmana. La dote desestimula a las familias a tener hijas hembras.

Segundo, eliminar las desigualdades en los sexo, no eliminar a las mujeres. Esto implica darle más oportunidades a las niñas y mujeres, de estudiar, trabajar y desarrollarse personal y profesionalmente.

Y por último, movilizar a la sociedad hasta lograr un cambio de mentalidades. Estas tres metas son difíciles de lograr en el corto plazo, porque implican cambios culturales, pero en algún momento hay que empezar.

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Si ves esta obra en la librería o en los puestos de libros usados, cómpralo. Es un trabajo brillante.

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