jueves, 28 de junio de 2007

Cuentos sexo diversos

En esta oportunidad inauguramos un espacio para literatura sexo diversa. En esta primera oportunidad publicamos unos cuentos breves de José Francisco Michelli, periodista y escritor.

Espero les guste tanto como a mí.

Especie
José Francisco Michelli

¿Qué sonaba al fondo? Fito, Charly, Calamaro. La música me hacía gritar y exageraba mi expresión.
Maite se acercó sonriendo.
- ¿Cómo estás? -me preguntó. Respondí que bien.
- ¿Qué te pasa? Tú no eres así.
Daniel, al otro lado de la mesa, nos miraba. Estaba a la espera de algún efecto especial, una salida jolibudense con fondo de papel tapiz rojo y mesas de caoba. Un estereotipado humo de cigarrillo que sube desde distintas manos, conectadas a cuerpos que se desbocan en conceptualizaciones y aspiran a un edén de bohemios. Ideas, ideas. La divina pose de cambiar al mundo. Yo fumaba.
- Dime ¿quién es ella? –Maite se asumió psicóloga y yo su paciente en la sexta cita.
- No es ella, es él -respondí con sorna.
- ¿Qué? ¡Ay!, pero yo no sabía que tú. Se fue hacia mí con actitud compasiva.
- Qué pasó vale, será que yo tengo cara de lapa, de jabalí. Te montaste en una de ambientalista. Jejejeje, tranquila, siéntate ahí y conversamos un rato. No actúes como si fueras de grinpis.
Maite volvió a sonreír y fue dos mesas adelante, donde alguien conversaba sobre cualquier apocalipsis.
- ¿En qué quedamos? -pregunté a Daniel.
- En la parte en que él no creyó nada de lo que te pasó.
- Exacto -le dije-, no me creyó.
Al fondo coreamos algo de Charly o Fito o Calamaro.

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Invítame a un café
José Francisco Michelli

I
Hola Señor J. Por fin me atrevo a escribirte, aunque aún no muy convencido. Siempre te veo y me costó mucho conseguir tu dirección de correo, ¡pero por fin lo logré! En realidad no sé ni siquiera si me respondas, pero yo quiero decirte que me siento muy atraído por ti. Me imagino estando ambos en la intimidad de mi casa pidiéndote que me cojas, comprobándome que lo que me imagino de ti es cierto, que eres muy bueno en una cama. Mira bien a tu lado, a ver si me descubres. Te deseo en secreto.
Señor N.

Podría parecer muy osado escribir un texto como el tuyo. No me lo parece en la medida en que incluyes el elemento "secreto" tan castrador, católico y común en una sociedad como la venezolana. No dar la cara frente a semejante propuesta, me parece poco atractivo. Peor aún exigir sexo y quien sabe cuántas cosas en una situación similar a algún guión de telenovela.
Me produce curiosidad saber quien eres y estoy interesado en enterarme.
Salud
Señor J.

II
Tu forma de escribir no hace más que excitarme.
"Me imagino envuelto en tu brazos y rodeado por tu piernas que me impiden escapar, y yo tendido sobre una gran cama reflejando tu calor y sudor. Mi boca que roza cada parte de tu cuerpo hasta llegar a aquello que guardas con tanto recelo diariamente, y justo ahí una escena de uno de los “fallos” mas intensos que se puedan imaginar. Acto seguido nos compenetramos mediante una gran penetración, donde mi dolor se une a nuestro placer, el cual sale victorioso y permite tus fuertes movimientos como un ser lleno de deseo. A lo cual se le une pronto la exhalación de nuestros fluidos, que nos recuerdan que somos hombres y que estamos disfrutando de nuestras libertades. Para luego dejar estas escenas dentro de las cuatro paredes donde ocurrió".
Aún no vas a saber quien soy, por lo menos no me presentaré todavía, pero quizá me descubras antes. Yo seguiré escribiendo mientras tú lo permitas, porque no he querido ser atrevido ni mucho menos abusador e invasor.
Señor N.

Hasta ahora has sido atrevido, abusador e invasor. No veo para qué tanto recato al final de un texto que seguro viste en algún capítulo de "Queer as Folk", o que bien podría ser una pretensión de monólogo de "Taboo" o alguna de esas películas porno que presumen de contar con trama. Hay un exceso de puerilidad y vocación adolescente, para alguien que, estoy seguro, tiene más de 25 años. Debo aclarar que detrás de toda esta telenovela de mensajes no existe ningún factor que me resulte atractivo, lo que sí me resulta interesante es la imagen que se escuda en ese falso aparataje. Empezaré a preguntar entonces: "¿Trabajas donde trabajo?". Responde con la verdad, por favor.
Salud
Señor J.

III
El mensaje que recibí esta vez no resultó tan atractivo como el anterior, espero que tus palabras no sean el reflejo de un momento de enojo sino una reacción ante algo inesperado. El diálogo no lo copié de ninguna serie de cable o programa porno, fue de mi inspiración, y solo pretendía descargar por escrito algo de esta ganas que me consumen al verte. En realidad esta forma me permite conocerte, ya que de tu vida es muy poco (por no decir nada) lo que se sabe en los pasillos. Y no digo que sea malo mantener tu vida fuera del quehacer diario de la noticia, más bien es algo que junto a tu forma de expresarte y tus ideas me muestran lo claro e inteligente que eres.
Respecto a mi no fallaste en lo de mi edad, te puedo decir que somos contemporáneos, y que compartimos la planta como lugar de trabajo.
Creo que seguiré deseándolo en secreto.
Señor N.

Al fin un texto serio que dibuja tu adultez. No puedo entender o compartir unas ganas que tienen una piel específica como destino (la mía), porque desconozco a cuál cuerpo debe corresponder mi deseo. Te animo a que te descubras y te decidas a hacerme saber quien eres. No hay nada que temer. Vamos a cerrar este círculo de riesgos porque ninguno de los dos tiene nada que perder. Te animo a que me invites a tomarnos un café (late vainilla es mi preferido) y en ese momento sabré quién eres.
Salud
Señor J.
IV
Entonces permíteme darte una disculpa de una vez, la intención de los textos anteriores no fue, de ninguna manera, hacerte sentir incómodo e invadido. Ni mucho menos reflejar una actitud vulgar hacía alguien que considero tan sencillo y socialmente involucrado como tú. Simplemente intenté reflejar por medio de unas de mis pasiones, soñar y escribir, algo que siento y deseo. A la vez me dejas pensativo con lo de conocernos, yo tengo la libertad límitada con una relación de pareja establecida. Y mis intenciones contigo sólo han sido de "sexo y ya", aunque pudiese existir confraternidad, pero nada más. Aún no entiendo por qué tu figura despierta esa pasión en mi, si de ninguna manera la has alimentado. Quisiera preguntarte ¿tienes pareja o estás involucrado con alguien?
Señor N.

Lo que quieras saber lo sabrás cuando me invites a tomar café. No he exigido ningún tipo de compromiso y te repito que nada perderás. No importa qué carajo haga uno, lo importante es comportarse como un hombrecito encarando las situaciones. Si estás en el canal, acércate y preséntate.
Salud
Señor J.
V
Por lo visto va a ser difícil poder saber de ti, sin que sea cara a cara. Yo espero a que sea el momento adecuado para acercarme a ti. Sabrás quién soy, pero sin desespero.

Como prefieras.
Salud
Señor N.

VI
Tiempo sin saber de usted. Me voy de vacaciones, pero vuelvo el lunes a hacer algunas cosas. Le recomiendo dar la cara.
Salud
Señor J.

En estos días me ha sido imposible escribirte, he estado realmente ocupado, pero aún así no he podido sacarte de mi mente. Primera vez que me pasa en todos mis años de vida, pero quisiera enrollarme contigo en una relación de pasión y deseo, traducido sólo en SEXO. No me he presentado porque tengo miedo a que tu puedas decir que si, y, como yo no podría decir que no, se desarrolle una aventura sexual. Yo en medio de todo veo que tu vida es full agitada y quiero no molestar.
Señor N.

VII
Épale, regresé de vacaciones y no he recibido ningún mensaje tuyo. Estoy extrañado. ¿Se te acabaron las ganas de conocerme?
Salud.
Señor J.

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Solitario
José Francisco Michelli

Mali le dio un codazo a Mario para que viera la escena. El chofer detuvo el autobús para recoger a una flaca con las piernas desnudas. La carne era interrumpida por un trozo de tela uniforme que cubría parte de la cintura, arropaba las caderas y terminaba cuatro dedos debajo de su sexo.

La flaca besó al colector del bus con ternura adolescente y se irguió levemente de puntillas para hacer visible su sexo guardado por otra tela aún más diminuta, atravesada la entrepierna por la luz que se colaba por el parabrisas. Se sentó al lado del chofer. La escena revivió a Mario, que venía dormido para olvidar sus ganas de orinar.

Mali se rió de su novio. Lo llamó payaso, gafo, baboso. Cada palabra fue seguida de un jejejeje o jijijijiji o jajajajaja. Él la miró y le dijo: “Para eso me levantas, para burlarte de mi”. Intentó de nuevo el sueño pero no pudo. Sentía en la próstata los 14 grados del aire acondicionado, la pinga fría y temblorosa sin posibilidad de goce, sentenciada a suprimir el placer de hacer micción, de mojarle la vida a alguna hormiga, de convertirse en tsunami.

- Mali. –La humillación dibujaba la cara de Mario.
- ¿Qué? –Mali se desperezó.
- Tengo ganas de orinar.
- Dile al chofer que pare el bus. Todavía quedan dos horas y media de camino.
- Sabes que no puedo hacer eso. –Mario deshizo su actitud de jefe de taller de cabillas.
- Deja tu gafedad chico. Le voy a decir al señor. –Mali tomó el control desde el rictus en su rostro.
- No le digas, no voy a poder orinar si me ve alguien.

Mario sólo podía mear en baños que tuvieran individuales. Odiaba los urinarios. Sentía temor de ser visto antes de comenzar a hacerlo.

Aparte de la soledad y la privacidad, también podía orinar si escuchaba palabras bonitas de sus amigas o su novia. En sus años de estudiante universitario visitaba “La Parroquia”, una calle bordeada por muros a ambos lados. Visitarla algún viernes o para celebrar el fin del curso era materia social obligatoria.

El lugar con baño más cercano quedaba a tres cuadras. Mario necesitó a una amiga para atreverse a orinar en un recodo de “La Parroquia”. Llamó a Esther.

- Háblame bonito, por favor.
- ¿Qué quieres qué te diga? –Esther se comía las uñas, las devoraba y miraba a todos lados.
- Palabras cariñosas, que me quieres.

Pablo, el novio de Esther, vio a Mario con el güebo entre las manos de espaldas a ella. Estaba a cinco pasos del meador y su terapeuta. La miró mientras ella le decía a Mario: “esto me pone nerviosa”.

- ¿Esther qué pasó? No te quedes callada. –Mario siempre miraba hacia abajo y cerraba los ojos.
- Soy yo, Jessica.
- ¿Y Esther?
- Su novio se arrechó.
- ¿Por qué? Somos amigos, es normal que una amiga me hable mientras intento orinar.
- No, no es normal. Dile a tu novia que se vaya a decirle cosas bonitas a un amigo para que pueda orinar. –Jessica movía las manos como si Mario la estuviera mirando.
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡

Jessica reía y le preguntaba qué quería escuchar. Mario le dijo: “háblame bonito, por favor”, “frótame el brazo”.

- jejejejeje, chico, tu si eres loco. Te quiero mucho.
- Más, por favor, un poco más. –Mario se sacudía el miembro.
- Bueno, nada, que eres muy lindo y muy anormal, pero tienes buena vibra. –Jessica estaba tranquila, relajada.
- Sigue que aquí viene, dale, dale. –Mario hacía rápidos chasquidos con los dedos de la mano izquierda.
- Chico que me da risa, qué vaina tan loca. Bueno, está bien. Marito, papacito, que rico estar contigo.
- Ahhhhhhh, uffffff, que rico mi Jessica, qué rica tu. Viste que pudimos. Pudimos. Lo logramos.
- Estás loco de verdad.

En el autobús era imposible una situación similar. Había que pensar en una buena estrategia.

Una señora pasó al lado de Mario y se acercó al chofer. Le dijo algo al oído. El chofer detuvo el bus. Un niño atravesó el pasillo y bajó a un terreno lleno de maleza y sin un árbol. Caminó alejándose del bus diez pasos. Orinó y regresó. El chofer esperó a que el niño subiera y se sentara. Mali pellizco quince veces a Mario. Por cada agresión le repetía que bajara que no fuera cobarde. “Por qué eres tan cobarde, hasta un niño lo hace. Es tan sencillo”.

Mario se arrepintió de no haberse bajado. Luego pensó en lo complicado que habría sido “porque no tendría salida. Los carros pasan, la gente del bus se asomaría por las ventanas para ver qué pasa. Todo el mundo estaría mirando”.

Mali dormía cuando Mario sintió que el autobús disminuyó la marcha. Se puso alerta y avanzó hasta la puerta. Llegaron a la única parada de la ruta Barquisimeto-Caracas. Las puertas se abrieron y Mario salió de primero para asegurarse un reservado. Pensó en constituir el “Club de los meones solitarios”, no para conversar sobre su particular forma de orinar y darse apoyo, sino para exigir vindicaciones sociales y culturales. Volvió a su puesto. El bus partió y Mali lo abrazó.

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