domingo, 7 de junio de 2015

Historia del movimiento LGBT contemporáneo (IV de XVIII)


Una vez presentado el marco de referencia historiográfico, se exponen los términos usados para la población sexodiversa y el desarrollo del movimiento de liberación LGBT. Además en este recorrido se mencionan a los trabajos que en el siglo XX marcaron el rumbo en los estudios sobre la sexualidad humana y, de manera específica, sobre la homosexualidad.



2.1 Evolución de los términos relacionados con las minorías sexuales
Las categorías homo y heterosexual como producto histórico son una creación de la modernidad y aparecen por primera vez en el siglo XIX como una interpretación moderna de las relaciones sexuales (Cruishank, 1992).

Pero fue durante el siglo XVIII cuando se da la primera revolución de género en Europa, y en la cual aparecen las primeras identidades basadas en la sexualidad. De esta manera, la sodomía como conducta pecaminosa da paso al sodomita, como una identidad sexual definible. Se configura así una homosexualidad igualitaria o equitativa que se diferencia de la homosexualidad intergeneracional practicada en la antigua Grecia (Fernández y Sciolla, 1999).

Este nuevo modelo distaba del anterior porque se daba entre personas de edades similares que se reconocían a sí mismas como sodomitas, preferían las relaciones entre personas de su mismo sexo y generalmente eran afeminados. En Inglaterra a estas personas se les llamaba mollies o queens (reinas).

También durante el siglo XVIII aparece la palabra “tribades” para referirse a las redes sociales de lesbianas que vivían en los grandes centros urbanos de la época (Fernández y Sciolla, 1999).

Mirabet (1985) explica que la sodomía antes se entendía como pecado contra natura, crimen o perversión, debido a la influencia judeocristiana en las sociedades occidentales. La palabra sodomía proviene del Antiguo Testamento de la Biblia (Génesis 19 y Levítico 18, 22 y 20, 13).

Sin embargo, este autor reseña que a partir del siglo XIX comienzan a surgir nuevos términos que reflejan una “laicización” en la vida cotidiana. Estas palabras nacidas en el área cultural germánica son “uranismo”, “inversión” y “homosexualidad”.

En este primer momento no existe una diferenciación clara entre identidad de género y orientación sexual, de ahí que se confunda con regularidad las clasificaciones entre homosexuales/lesbianas y transgéneros. Es a mediados del siglo XX en el que aparece una distinción entre gays/lesbianas y transexuales.

Mirabet (1985) señala que el término “uranismo” lo acuña Karl Ulrichs en 1860 y lo toma prestado de Platón que nombraba a la Afrodita Urania para referirse a los aspectos divinos del amor, diferenciándolos de los vulgares.

Los trabajos de Ulrichs publicados desde 1862 proponían que los homosexuales eran un tercer sexo, “un alma femenina atrapada en el cuerpo de un hombre”, para referirse a los hombres homosexuales. Desde la perspectiva actual pareciera que se refería a las mujeres transgéneros. Edward Carpenter en 1908 sintetiza las ideas de Ulrichs y describe la personalidad uraniana principalmente como una especie diferente o un tercer sexo (Fernández y Sciolla, 1999).

C. Westphal, en 1870, crea la expresión “conträre Sexualempfindung” que significaba literalmente “sensibilización sexual opuesta”, y que al final se empleó como “inversión sexual” o “inversión”. Paralelamente, aparecen los planteamientos de Krafft-Ebing sobre “inversión sexual” en las que se reduce a la persona LGBT a una categoría degenerativa (Mirabet, 1985; Ruse, 1989).

También en este período nace el término “safista” como una de las primeras clasificaciones de la homosexualidad femenina. Esta palabra deriva de la cultura griega y hace referencia a la poetisa Safo (siglo VI a.C.) que vivió en la isla de Lesbos, en el mar Egeo y que es famosa por su poesía homoerótica entre maestra y alumna. Finalmente, en 1869 Károly Mária Kertbeny acuña el término homosexual siendo el más difundido y aceptado hasta la fecha (Cruishank, 1992).

A principios del siglo XX, los trabajos de Freud permiten abordar la sexualidad humana con una óptica diferente a la religiosa. Sobre la sodomía, creía que un homosexual o invertido era aquella persona, hombre o mujer, cuyo objeto sexual era otro de su mismo sexo (Mirabet, 1985).

El aporte más importante de este autor austriaco es señalar que el deseo homosexual es universal, es decir, que está presente en todo ser humano. Para él, los seres humanos son bisexuales por naturaleza y serán las restricciones sociales las que faciliten o limiten el predominio de una u otra tendencia. En concordancia con esta idea, en 1920 Freud afirma que la homosexualidad no es una enfermedad y sustituye el término “perversión” por el de “variante” (Mirabet, 1985).

De igual manera, a mediados de la década de los veinte surge el concepto actual de heterosexualidad, ya que antes de esos años, en EEUU y Europa, se aplicaba solamente a personas que se consideraban patológicamente atraídas hacia personas del sexo opuesto. Según la creencia de los años anteriores la homosexualidad y la heterosexualidad eran aberraciones sexuales que requerían atención médica. Pero a partir de la década de los veinte se populariza el término heterosexual y mucha gente comienza a identificarse con él para diferenciarse de la categoría homosexual (Fernández y Sciolla, 1999).



Más adelante, en 1942, Alfred Kinsey realizó el primer estudio sobre la sexualidad humana con método científico y propuso unos resultados revolucionarios para su época. Su aporte más importante es el continuo hetero-homosexual que sugería que en materia de orientación sexual no podía dividirse a los seres humanos en dos grupos antagónicos, sino que en cada individuo hay grados de heterosexualidad y de homosexualidad latentes y manifiestos (Bell y Weinberg, 1978; Mirabet, 1985).

Lo revolucionario de este trabajo en torno a las relaciones entre personas del mismo sexo es que debido a la frecuencia y reiteración de este comportamiento y su coexistencia con la heterosexualidad, Kinsey concluye que la homosexualidad no es un fenómeno anormal ni antinatural (Mirabet, 1985).

Luego Alan Bell y Martín Weinberg –del Instituto Sexual de la Universidad de Indiana de EEUU fundado por el propio Kinsey– realizaron un trabajo dedicado exclusivamente a la homosexualidad. Esta investigación está centrada en “la relación existente entre el tipo de vida sexual de los homosexuales y su adaptación social y psicológica” (Mirabet, 1985, p. 53); y sus conclusiones son las siguientes:
  1. La homosexualidad comprende mucho más que la inclinación sexual de la persona. Es simplista reducir la personalidad de alguien a su actividad sexual.
  2. La homosexualidad puede ser vivida con una multiplicidad de estilos de vida, al igual que la heterosexualidad.
  3. Debido a esta diversidad, los autores prefieren hablar de “homosexualidades” en plural, en lugar de “homosexualidad” en singular, para dejar constancia que estos sujetos forman un grupo “extraordinariamente variado”.
  4. El estudio revela que hay más similitudes entre homo y heterosexuales de lo que reconocen otras investigaciones.
  5. La homosexualidad no es sinónimo de patología.
  6. A los hombres y mujeres homosexuales se les entiende mejor cuando se les considera seres humanos completos y no exclusivamente en términos de su orientación sexual (Bell y Weinberg, 1978; Mirabet, 1985).

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial aparece el término “homófilo” como una nueva categoría que define a cualquier individuo que, independientemente de su orientación sexual, apoye a los homosexuales en su lucha por un reconocimiento de sus derechos. Las agrupaciones LGBT de Ámsterdam y EEUU de los años cincuenta prefieren esa palabra (Weinberg, 1973). 

Respecto al transgenerismo, en la década del 50 el Dr. Harry Benjamín acuña el término “transexual” para referirse a las personas que consideran que su sexo biológico no corresponde con su identidad de género, es decir, un hombre que nació en el cuerpo de una mujer, o viceversa. En 1968 el Dr. Robert Stoller publica “Sexo y Género” e incorpora la noción de “Identidad de Género Central” para referirse a la identidad sexual del individuo y diferenciarlo del sexo biológico (Migliavacca, Enero de 2002).

Ahora bien, ¿cuándo los “homosexuales” se convierten en “gay”? Cruishank (1992) considera que estos colectivos se transformaron en “gay” cuando rechazaron la noción de que eran enfermas, enfermos, pecadoras o pecadores, cuando no aceptaron seguir siendo ciudadanas y ciudadanos de segunda categoría, cuando clamaron por igualdad, cuando crearon una subcultura y salieron a la luz pública en grandes cantidades. El orgullo, dice la autora, siguió a la visibilidad. 

Weinberg (1973) considera que el término “gay” (feliz) se introdujo en la comunidad LGBT anglosajona en un momento en que la ambigüedad era necesaria para comunicarse sin riesgos y de manera efectiva. Pero con el tiempo perdió su significado secreto y pasó a formar parte del lenguaje común.

Las palabras “ambiente” y “entendido” de la tradición hispana se utilizan igualmente para referirse a lugares o personas LGBT y cumplen la misma función que en un principio tenía el vocablo “gay”.

Las personas sexodiversas se han apropiado de términos despectivos provenientes de la tradición hispana o anglosajona –como chueca, loca, fuerte, queer, freak, faggot (raro, anormal y maricón)– y los han llenado de nuevos significados. Estos conceptos sirven de autoreferencia para los grupos LGBT y reflejan en parte la actitud irreverente y trasgresora frente al resto de la sociedad (Wein-berg, 1973).

Es así como las personas LGBT se transforman en el siglo XX en una minoría sexual que lucha por sus derechos civiles, de la misma manera que lo hicieron los afroamericanos en los cincuenta y las mujeres en los sesenta. Son sectores de la sociedad que tienen los mismos derechos que el resto pero que necesitan una mayor protección para que puedan ejercer su ciudadanía de forma plena.

Este colectivo además está integrado por lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales. Esto ha originado que en la última década y con la intención de no excluir a ningún factor, las minorías sexuales se reconozcan a sí mismas como grupos integrados por lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros, es decir, LGBT (Fernández y Sciolla, 1999).

Los cambios de la terminología reflejan una lenta desestigmatización de las sexualidades alternativas. Este avance se debe al aporte de los estudios sobre la sexualidad realizados en el siglo XX y a la consolidación de las organizaciones LGBT en las décadas recientes. Luego de esta breve reseña, se presenta la evolución de los colectivos sexodiversos, sus logros y retrocesos y los debates que actualmente se dan en su interior.

2.2 Desarrollo de las agrupaciones LGBT lésbica contemporáneas
Los inicios del movimiento LGBT moderno se encuentran en Europa durante los siglos XVII y XVIII. Gracias al proceso de urbanización que se vivió en el viejo mundo, las sexualidades periféricas se hicieron más visibles en las principales ciudades del noroeste del continente y crearon sus propias subculturas y lugares de encuentro. (Fernández y Sciolla, 1999). Este elemento será una constante a lo largo de los últimos cuatrocientos años: los colectivos sexodiversos tienden a concentrarse en grandes polos urbanos.

Entre 1789 y 1799 la Revolución Francesa a través del Código Penal Napoleónico despenaliza las relaciones homosexuales entre adultos de mutuo consentimiento y en ese período florece lo que serán los primeros vestigios del movimiento de liberación sexual de occidente.

En la toma de La Bastilla, el Marqués de Sade acompañado de otros participantes exigían el respeto de las libertades para los que practicaban otras sexualidades, y fue durante esos años cuando se repartieron los primeros folletos “pro-diversidad sexual” titulados “Les enfant de Sodome” y “Les petits bougres au manège” (Fernández y Sciolla, 1999).

A pesar de este avance, durante el siglo XIX se continuó persiguiendo a los sodomitas bajo el pretexto de la violación de leyes a la moral y la decencia pública. Por eso, muchos hombres homosexuales aristócratas buscaron las regiones tolerantes del Mediterráneo, principalmente Italia, para poder vivir su sexualidad de una manera más libre. Sin embargo, después de la revolución liberal comienza a atenuarse la represión contra los sodomitas a mediados del XIX (Aliaga y Cor-tés, 1997).


2.2.1 Pioneros: la 1era generación de grupos LGBT
Es así como a finales del XIX se inicia en Alemania y en Gran Bretaña un primer movimiento en favor de los derechos de las personas sexodiversas. En 1866 Ulrichs intentó sin éxito detener la extensión de la legislación prusiana anti-homosexual al resto de Alemania, pero en 1871 se establecía el párrafo 175 que prohibía las relaciones entre personas del mismo sexo en privado y de mutuo consentimiento (Mirabet, 1985).

Veintiséis años después, en 1897, Magnus Hirschfeld crea el Comité Científico Humanitario, la primera organización LGBT contemporánea que buscaba reconocer la homosexualidad como una expresión natural de la sexualidad humana y lograr que los derechos ante la ley incluyeran a estos ciudadanos. La filosofía del Comité estaba influida por las ideas de Ulrichs, de ahí que se hablara de los homosexuales como un tercer sexo o un estado intermedio entre el macho y la hembra (Nicolas, 1978; Mieli, 1979; Fernández y Sciolla, 1999).

Hirschfeld dirigió durante treinta y cinco años esta organización y su principal actividad fue recoger firmas para una campaña con el fin de revocar el artículo 175 del código penal alemán. En el inicio hubo un apoyo efectivo del movimiento obrero a la lucha de las personas LGBT. No obstante, la llegada de Stalin al poder en la década de los treinta borró todas las huellas de ese vínculo (Nicolas, 1978; Mieli, 1979).

A finales del siglo XIX brotan las subculturas sexodiversas en toda Europa. En Berlín había dos docenas de bares para hombres homosexuales y en el resto del continente algunos círculos lésbicos se hicieron más visibles en la medida que las mujeres lograron independizarse económicamente de los hombres (Fernández y Sciolla, 1999).

El avance de las mujeres se debe en parte a las luchas del movimiento sufragista impulsado por Emmeline Pankhurst en Gran Bretaña y Margaret Sanger en EEUU que exigían el derecho a voto para las señoras mayores (Cantor, 1973; Arias, 1974; Palmer 1983).

Con la Revolución de Octubre en Rusia en 1918 fueron eliminadas las leyes antihomosexuales convirtiendo a ese país en un ejemplo de políticas sexuales progresistas (Mieli, 1979).

Después de la Primera Guerra Mundial varias organizaciones comenzaron a constituir un movimiento de reforma sexual que rechazaba la moral puritana de las iglesias cristianas.

En 1920 en Alemania se crea la Asociación de Amigos de Alemania como una alternativa al Comité por considerarlo muy elitista. La Asociación se centró más en actividades sociales y recreativas disponibles a un mayor número de personas, preparó reuniones semanales, bailes, conferencias anuales y sacó una publicación llamada La Amistad. La Asociación sólo duró tres años y luego cambió su nombre a Liga por los Derechos Humanos (Mirabet, 1985; Fernández y Sciolla, 1999).

En 1921 el Comité impulsó la creación de la Liga Mundial para la Reforma Sexual, bajo el patrocinio del Instituto de Ciencia Sexual fundado por Magnus Hirschfeld. Este último y sus colaboradores dieron conferencias sobre la emancipación sexodiversa en lugares tan distantes como China y Norteamérica y al final de los años veinte más de 130 mil personas estaban afiliadas a esta liga (Mieli, 1979). 

2.2.2 Primer retroceso: fascismo, nazismo y estalinismo
Sin embargo, la llegada de Hitler y Mussollini al poder en la década de los treinta significó un duro retroceso a las agrupaciones LGBT y un recrudecimiento de las leyes antihomosexuales en Alemania e Italia, respectivamente. Mieli (1979) plantea que “entre 1933 y 1935 el movimiento gay [germano] fue brutalmente aniquilado por los nazis” (p. 114). Esta etapa de repre-sión y persecución para los LGBT comenzaría en los años treinta y se extendería hasta los cincuenta.

Igualmente, con el arribo de Stalin a la Unión Soviética se revirtieron todas las reformas legales que se dieron en 1918 en torno a la sexualidad, y el dictador legisló en oposición al aborto, el control de natalidad y la diversidad sexual (Nicolas, 1978).

Hirschfeld huye de Alemania en 1929 y se exilia en Francia. El Comité es disuelto al poco tiempo de la ascensión de Hitler y el Instituto de Ciencia Sexual es allanado y destruido por los nazis en 1933. La Liga Mundial para la Reforma Sexual desaparece en 1935 con la muerte de Hirschfeld en Niza (Fernández y Sciolla, 1999).

A partir de entonces los campos de concentración de Alemania y Austria comenzaron a llenarse de personas LGBT de todos los países ocupados por Hitler. La campaña nazi tuvo como blanco a más de un millón de hombres alemanes que, según el estado, sufrían de una “degeneración” social. Cerca de cincuenta mil hombres y mujeres fueron llevadas y llevados a prisión por su orientación sexual, y otro grupo fue castrado por orden judicial o coacción. Asimismo alrededor de 15 mil LGBT fueron recluidos en los campos de concentración donde aproximadamente de 6 mil de ellos mueren (Zambrano, 21 de enero de 2003).

A las personas LGBT las obligaban a llevar un triángulo equilátero rosa y negro, respectivamente, para poder diferenciarlas de los judíos, los gitanos y los perseguidos políticos (Mieli, 1979). En la actualidad el triángulo rosa ha adquirido un importante valor para las personas LGBT de todo el mundo, ya que recuerda la gran represión que deben encarar las minorías sexuales. “Este símbolo se mantiene no solo como recordatorio de la opresión, sino como afirmación de que cualquier atisbo de odio debe desaparecer por completo” (Ellis y Powers, 1999, p.22).

Mieli (1979) concluye:
“Las violentas persecuciones nazi, estalinista y fascista perpetradas contra los homosexuales en los años 30 y durante la guerra, deshizo el movimiento y con él la memoria de esta primera importante afirmación homosexual internacional” (pp. 19-20). 

Sin duda, este episodio fue uno de los más dantescos y sombríos para la historia del movimiento LGBT hasta esa fecha.


2.2.3 Grupos de posguerra: 2da generación LGBT
Al finalizar la guerra, Europa estaba prácticamente destruida y de sus escombros emergieron los Estados Unidos y la Unión Soviética como grandes superpotencias. Fue el momento de la creación de Naciones Unidas; del “equilibrio del terror”; del proceso de descolonización en África y Asia; y de la inauguración de la era atómica con Hiroshima (Pernau, 1973).

En esos años el mundo fue testigo del movimiento de los derechos civiles en EEUU, la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, el auge de los grupos feministas en Europa y Norteamérica, la protesta juvenil, la liberación sexual y el Mayo Francés.

El inicio de la Guerra Fría tuvo como elemento central la conformación de dos bloques antagónicos: el capitalista, encabezado por EEUU, y el comunista, liderado por la URSS.

Después de la creación de esos dos ámbitos, en el lado comunista comenzó un proceso de purgas y depuraciones contra cualquier atisbo de disidencia (Pernau, 1973). A las personas LGBT se les acusaba de ser un “vicio burgués” que buscaba corromper a la juventud y, en consecuencia, fueron perseguidos.

En territorio capitalista la evolución fue diversa. En Europa, después de la guerra, el movimiento LGBT renace en Ámsterdam con el Club Shakespeare Ámsterdam creado en 1946. Este grupo prefirió utilizar el término “homofilia” en lugar de “homosexual” (Fernández y Sciolla, 1999).

Un par de años después se convocó a una reunión de los diferentes movimientos y revistas para personas LGBT del continente y se crea en 1951 el Comité Internacional de Igualdad Sexual (ICSE), la primera organización LGBT de alcance mundial (Mirabet, 1985).

En EEUU, en cambio, el ambiente de Guerra Fría estuvo marcado por un profundo sentimiento anticomunista que tuvo su expresión más extrema en 1950 en la figura del senador Joseph McCarthy y su célebre Comité para las Actividades Antinorteamericanas (Delgado, 1999).

“El macarthismo llegó a tomar tintes represivos en contra de los intelectuales de izquierda e incluso contra algunas personas del mundo artístico de Hollywood” (Delgado, 1999, p. 802). En esa época se utilizó la supuesta “simpatía al comunismo” como excusa para perseguir y marginar a muchos LGBT.

A pesar de ese contexto, los mayores avances del movimiento LGBT en ese período se dieron en territorio estadounidense con la publicación en 1948 del “Informe Kinsey”. Al principio estos estudios fueron silenciados y boicoteados por los grupos conservadores y antihomosexuales encabezados por McCarthy, pero finalmente se dieron a conocer en el resto del mundo (Mirabet, 1985).

En 1950 Harry Hay funda en Los Ángeles la Mattachine Society, uno de los grupos pioneros del movimiento LGBT norteamericano. Esta organización aparece en un contexto social agitado, caracterizado por la lucha contra la segregación racial, y luego por la protesta estudiantil, el feminismo y los grupos pacifistas.

Este entorno alterado facilita la creación de otras agrupaciones LGBT norteamericanas como “Daughters of Bilitis”, e influye de manera determinante en las demandas de estos nuevos colectivos.

Para captar el ambiente social de esos años es necesario comprender la naturaleza de las corrientes de protesta de los negros, los jóvenes y las mujeres, y su evolución. Sobre el movimiento de los derechos civiles en EEUU sus causas se encuentran un siglo atrás (1868-1870), cuando se realizaron las Decimocuarta y Decimoquinta enmiendas a la constitución estadounidense que instituía la ciudadanía y el derecho a voto de la población de color (Palmer, 1983).

No obstante, estas enmiendas no se ejecutaron –sobre todo en los condados del sur– por algunos fallos del Tribunal Supremo que confirmaban el derecho de los estados a separar un grupo racial de otro. Todas esas decisiones fueron revocadas en 1954 con la sentencia de Brown contra la Junta de Educación que puso fin a setenta años de discriminación legalmente sancionada (Cantor, 1973; Palmer, 1983).

El pastor Martin Luther King fue el líder de este movimiento y, siguiendo el ejemplo de Gandhi, hizo hincapié en el carácter no violento del mismo. En 1963 encabezó la “Marcha sobre Washington” en la que participaron cerca de trescientas mil personas (Cantor, 1973; Palmer, 1983; Delgado, 1999).

Un año después, en 1964, se inicia la rebelión estudiantil en la Universidad de Berkeley que luego se extiende a los principales centros universitarios del país. Las protestas –inicialmente dirigidas contra las autoridades académicas–comenzaron a apoyar la lucha de los negros, y por último se desbordó con la oposición de los jóvenes hacia la guerra de Vietnam (Carandell, 1973; Delgado, 1999).

El movimiento juvenil se oponía a los valores tradicionales como el trabajo, la patria o el matrimonio. Pero las formas de oposición variaban dependiendo si se trataba de los gamberros, los beats, los beatniks, los hippies, los pacifistas, los provos o los universitarios (Carandell, 1973).

También en 1964 el movimiento feminista adquirió nuevas dimensiones cuando las mujeres estadounidenses que participaban en los grupos de protesta se dieron cuenta que seguían desempeñando papeles secundarios en esas agrupaciones. Además, la píldora anticonceptiva –surgida al inicio de la rebelión juvenil– contribuyó en parte a la emancipación de la mujer y de manera general a la revolución sexual de los próximos años (Arias, 1973; Carandell, 1973).

En ese contexto marcado por las luchas contra la segregación, las protestas estudiantiles, las reivindicaciones de las mujeres, el movimiento pacifista y, sobre todo, la revolución sexual, es que surgen las primeras organizaciones para LGBT de Estados Unidos.

2.2.4 Inicio de la revolución sexual
“De 1960 a 1970, millones de negros, de mujeres, de jóvenes, de homosexuales habían peleado para que la igualdad de derechos no fuese una fórmula vacía de sentido” (Lapierre, 2002, p. 52). Pero de todas las exigencias realizadas en el devenir de esa década, quizá ninguna marcó tan profundamente la sociedad estadounidense como la “revolución sexual”.

Pollak (1987) admite que una de las consecuencias más llamativas de la liberalización sexual de esos años fue que la diversidad sexual saliera “del dominio oscuro de lo innombrable”.

Esta revolución en el campo sexual vino acompañada con una despenalización del hecho homosexual en muchos países industrializados que derogarían sus leyes antisodomía. También en esa época las personas sexodiversas comienzan a llamarse a sí mismos “gay” (Fernández y Sciolla, 1999).

En 1973, en una decisión histórica, la Asociación de Psiquiatría Estadounidense retira la homosexualidad de su lista de enfermedades, debido a la presión de sus integrantes LGBT que pedían el reconocimiento de esta conducta como una variante sexual y no como una patología (Mirabet, 1985).

Para Lapierre (2002) lo más impresionante de la revolución sexual fue la salida de “diecisiete millones de hombres y de mujeres de la comunidad homosexual norteamericana que se atrevieron a reivindicar su diferencia” (p.52).

En esas décadas, la investigación en torno a la sexualidad finalmente es aceptada en las universidades y la nueva generación de agrupaciones LGBT continúa el estudio histórico iniciado por el Comité (Mieli, 1979; Fernández y Sciolla, 1999).

El feminismo proporcionó la base filosófica del movimiento lésbico cuestionando los roles sexuales y la función de la familia. El movimiento hippie, por su parte, influyó en los círculos de hombres gay con la propuesta de una nueva masculinidad, la no violencia y el fin del patriarcado (Cruishank, 1992).

A partir de los setenta el movimiento LGBT se radicaliza y los grupos nacientes no se complacen con pedir la abolición de las leyes discriminatorias; sino que cuestionan la base de la sociedad capitalista, sexista, patriarcal y machista (Mirabet, 1985).
En EEUU, algunos autores toman como punto de partida la rebelión de Stonewall ocurrida a finales de junio de 1969 en Nueva York. La ciudad presenció cuatro días de disturbios entre policías y LGBT por un incidente ocurrido durante un allanamiento en el local Stonewall, Inc. del Barrio Greenwich Village (Ellis y Powers, 1999).

Fernández y Sciolla (1999) indican que:
“Fue la primera protesta-revuelta gay de la historia. Este hecho pasó a la historia como el comienzo del movimiento gay internacional y la fecha en que sucedió (28 de junio) se celebra en el mundo entero como el Día Internacional de los gays y lesbianas: el día del orgullo LGBT” (p. 40).

En Europa también se observa esa radicalización con un elemento adicional: la adhesión a ideologías de izquierda. Esto se evidencia con el nacimiento de grupos como el Front Homosexual d’Action Révolutionnaire (FHAR), el Groupe de Libération Homosexual Politique et Quotidien (GLH-PQ) ambos de Francia; y el Frente de Liberación Gay de Cataluña (FAGC) de España (Mirabet, 1985).

Esta nueva generación de organizaciones europeas es extremadamente militante; se identifica con ideologías comunistas; exige la aceptación del deseo gay en todo el cuerpo social, el cuestionamiento de la identidad homosexual como mecanismo de dominación, y el planteamiento de una lucha de base anticapitalista que integre las batallas de los obreros, las mujeres y las minorías sexuales (Nicolas, 1978; Mieli, 1979).

Algunas aportaciones de intelectuales de izquierda al proceso de emancipación LGBT lo constituyen los trabajos de Mario Mieli, Jeffrey Weeks, John Lauritzen y David Thorstad, entre otros (Nicolas, 1978).

Esta influencia política trajo la necesidad de llevar los cambios al terreno de lo cotidiano, un aspecto que pocos grupos habían logrado hasta la fecha. De ahí que durante los setenta se imponga la idea de que era importante “salir del armario” o del closet, es decir, contar a los familiares y amigos que se es LGBT como opción personal y política (Ellis y Powers, 1999).

Esta estrategia cuenta con seguidoras, seguidores y detractoras, detractores dentro del propio movimiento de liberación LGBT. Algunos creen que la visibilidad permite que el tema se discuta en la agenda de los medios con mayor frecuencia, otros consideran que la preferencia sexual es un aspecto delimitado a la esfera privada y que ahí debe quedarse. Sin embargo, este punto se desarrollará más adelante en el balance del movimiento LGBT.

Por otra parte, este aumento de la visibilidad vino acompañado del fortalecimiento de los guettos LGBT y de los circuitos de comercio sexual en los grandes centros urbanos de Europa y EEUU Para Lapierre (2002), la liberación de los años setenta provocó una explosión de la comercialización en torno al sexo.

Al respecto, Pollak (1987) expone que:
“Junto a la multiplicación de bares, cines y saunas, se observa el desarrollo de la prensa homosexual, de la pornografía y de toda una industria de artículos sexuales que va desde los juguetes de cuero, los anillos para el pene y las cremas hasta los poppers -vasodilatadores utilizados como afrodisíacos-” (p. 71)

Esta expansión de los circuitos comerciales vinculados al sexo generó un estilo de vida promiscuo y muchas veces irresponsable en la población homosexual masculina. Las “enfermedades venéreas” eran frecuentes entre los hombres gays y bisexuales que vivían en las grandes ciudades.

Casi todas las enfermedades de transmisión sexual –a excepción del herpes– tenían tratamiento, lo que originó una falsa sensación de seguridad que en la década siguiente quedó al descubierto.

2.2.5 Segundo retroceso: la crisis del SIDA
La revolución sexual produjo un cambio en los hábitos sexuales de los occidentales. Pero a finales de 1980 una enfermedad ponía fin a una etapa de excesos. Desde octubre de ese año comenzaron a presentarse casos de pacientes LGBT con un mal desconocido y letal. El elemento común era un sistema inmunológico debilitado que en algunos casos estaba acompañado por neumocistocis; y, en otros, por una extraña forma de cáncer de piel llamada Sarcoma de Kaposi.

Pese a los intentos iniciales de la comunidad científica, no se sabía qué causaba esta mortal enfermedad, el único vínculo que tenían los pacientes era su homosexualidad y una vida sexual muy activa. Por ello, al no tener un agente identificado lo bautizaron GRID (Gay Related Inmuno Deficiency / Déficit inmu-nitario relacionado con la homosexualidad). (Lapierre, 2002)

Cuando descubren al causante de la enfermedad se le dio el nombre “VIH” (Virus de Inmunodeficiencia Humana) y a la etapa final del padecimiento la llamaron “SIDA” (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) (Lapierre, 2002).

El impacto en la comunidad homosexual masculina fue enorme. La población gay sexualmente activa fue literalmente diezmada en lugares como San Francisco, Nueva York y Los Ángeles. Muchos bares, saunas y discotecas son clausurados y disminuye el frenesí sexual de la década anterior. Fernández y Sciolla (1999), recuerdan que “fueron años de terror y pánico en todo el mundo” (p. 41).

Inicialmente, se establecieron cuatro grupos de riesgos: los homosexuales, los drogadictos, los hemofílicos y los haitianos (Morganthau, 8 de agosto de 1983). Con los años se demostró que el virus no diferencia entre nacionalida-des.

El vínculo de la enfermedad con los homosexuales representó un duro retroceso en los espacios conquistados por ellos y originó un recrudecimiento de las actitudes homófobas en el resto de la población. Esto fomentó la estigmatización de la comunidad homosexual masculina, y por eso algunos dirigentes religiosos bautizaron al virus como “la cólera de Dios” (Fernández y Sciolla, 1999; Lapierre, 2002).

A pesar de que en los ochenta se asoció el SIDA con los LGBT, los estudios sobre la enfermedad han revelado que todos pueden contraerlo independientemente de su orientación sexual. Y gracias al conocimiento del virus y el esfuerzo de los LGBT por educar al resto de la sociedad sobre el VIH/SIDA; en los últimos años la opinión pública está cambiando en torno a la diversidad sexual (Cruishank, 1992).

2.2.6 Generación post-SIDA: VIH como elemento aglutinador
La llegada del VIH marca un punto de inflexión en el movimiento LGBT contemporáneo. Según Fernández y Sciolla (1999) el mensaje del SIDA sobre la promiscuidad fue brutal: “Cambiar o morir”. La epidemia obligó a los hombres sexodiversos a revaluar la forma como vivían y como se relacionaban con los demás. Desde ese momento cuidado y responsabilidad eran las palabras claves del movimiento LGBT (Morganthau, 8 de Agosto de 1983).

Paradójicamente el escenario LGBT internacional se fortalece al desplazar su atención del hedonismo hacia la solidaridad y el activismo político de la lucha contra la epidemia (Fernández y Sciolla, 1999).

La crisis del SIDA ocasionó el nacimiento de nuevas organizaciones que centraban sus energías en el combate del VIH: presionaban para que se destinaran recursos a la identificación del virus, la elaboración de un tratamiento efectivo y la creación de una vacuna. Algunos más beligerantes que otros, sin duda, todos contribuyeron a que se le diera celeridad a las investigaciones relacionadas con la pandemia (Lapierre, 2002).

Por eso, Aliaga y Cortés (1997) afirman que “el verdadero motor” de la lucha organizada contra el VIH era el movimiento LGBT. En EEUU aparecen grupos como Queer Nation y AIDS Coalition to Unleash Power (ACT UP) y en Europa nacen T4 de Bilbao, Ciempiés de Madrid, Fase de España y AIDES de Francia. En ese momento surgen en muchos países del tercer mundo, incluida Latinoamérica, los grupos de activismo LGBT que luchan contra el SIDA. (Aliaga y Cortés, 1997; Fernández y Sciolla, 1999; Lapierre, 2002).

Una consecuencia altamente saludable fue que se pudo discutir de forma racional y desapasionada sobre muchos campos de la sexualidad humana, no sólo referidos de manera exclusiva al virus y su forma de contagio. Otra consecuencia es que la comunidad LGBT comenzó a ver con otros ojos los valores asociados tradicionalmente a posturas conservadoras, como la abstinencia sexual, la monogamia, la crítica al abuso del alcohol y drogas, entre otros. Por esta epidemia, las nuevas generaciones de LGBT son más conservadoras en torno a la promiscuidad sexual (Fernández y Sciolla, 1999).

Referente a las estrategias para frenar el avance del VIH, en la mayoría de los países se implementan campañas de sensibilización e información para la población en general, pero no se elaboran mensajes dirigidos a los grupos de riesgos, es decir, las minorías sexuales, los narcodependientes y las trabajadoras sexuales. En muchos casos las organizaciones LGBT de base comunitaria a través de proyectos de prevención y tratamiento cubren los vacíos que dejan los programas estatales (ONUSIDA y Liga Colombiana, 1999).

Entre las prácticas que se han empleado en varios países se cuentan: la entrega de preservativos, la elaboración de materiales educativos, las líneas telefónicas de información, los servicios de consejería, el abordaje en sitios de encuentro, las campañas en medios de comunicación masivos, entre otros (ONUSIDA y Liga Colombiana, 1999).

Un elemento especial en las estrategias contra la epidemia es la incorporación a finales de los años ochenta del término HSH (Hombres que tienen sexo con otros hombres) en los planes y estudios sobre la enfermedad, lo que facilita al investigador centrarse en conductas y no en categorías que surjan de las identidades sexuales. Por ejemplo, en la cultura anglosajona se considera homosexual a cualquier hombre que tenga sexo con otro hombre. Pero en los países mediterráneos, como Italia o España y los que están en su círculo de influencia cultural, como Latinoamérica y parte de África, la diferenciación entre “homo” y “hetero” se hace según el papel que se cumpla en la relación sexual (activo / pasivo).

En América Latina muchos hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres no se consideran a sí mismos homosexuales porque desempeñan un rol activo en el encuentro sexual. En estos sujetos “heterosexuales” las campañas de prevención del VIH destinadas a gays ofrecen pocos resultados (Fernández y Sciolla, 1999).

Por ello, las estrategias en VIH y SIDA en regiones como Latinoamérica deben distinguir las diferencias que existen con las culturas anglosajonas. Fernández y Sciolla (1999), la incorporación del término HSH ayuda a combatir de manera más efectiva la enfermedad porque se centra en conductas y no en identidades.

En los países industrializados ya están comenzando a dar resultados las estrategias de prevención destinadas a detener las nuevas infecciones. En Europa y Norteamérica las organizaciones LGBT han logrado frenar el crecimiento de la enfermedad en los grupos de riesgos.

La situación en Latinoamérica es diferente. El origen de las agrupaciones LGBT de la región es muy reciente. Vale recordar que en muchos de estos países el fin de las dictaduras militares y el advenimiento de la democracia aliada al neoliberalismo económico es un fenómeno ocurrido en los últimos veinte años. Finalmente es en la década de los noventa cuando los movimientos LGBT florecen en el subcontinente. (Fernández y Sciolla, 1999).

Lo que en definitiva consolida el movimiento LGBT en Latinoamérica es la crisis del SIDA y, paradójicamente, esta enfermedad se convierte en el catalizador a través del cual muchos grupos LGBT se establecen, gracias al financiamiento de organismos internacionales (Aliaga y Cortés, 1997).

“Si el retorno de la democracia abrió puertas de comunicación y espacios de debate político, la crisis del SIDA trajo los medios económicos para que estos nuevos proyectos se pudiesen poner en práctica” (Fernández y Sciolla, 1999, p. 86).

El hecho de que las nuevas agrupaciones hayan prosperado con el dinero del SIDA ayudó a alienar aún más a las mujeres lesbianas de las organizaciones LGBT en la región. Por eso, el gran desarrollo de grupos LGBT en la década de los noventa con dinero del SIDA es principalmente el desarrollo de grupos en torno a la problemática del varón homosexual.

La interrogante que surge es qué sucederá con estas agrupaciones una vez que la epidemia sea contenida dentro de la población LGBT, como ya está ocurriendo en los países desarrollados del norte y de manera extraordinaria en Brasil. Ciertamente estos grupos tendrán que encontrar otra forma de financiamiento para sobrevivir (Fernández y Sciolla, 1999).

El caso de Brasil es una de las experiencias más interesantes y exitosas de los últimos años en la región, porque han comprendido que el trabajo en conjunto entre los organismos gubernamentales y las ONG’s dan mejores resultados. En esta nación desarrollan una ambiciosa campaña de educación en el sistema educativo formal, garantizan el tratamiento antirretroviral sin costo alguno a todos los afectados por la epidemia, y realizan “osados” proyectos de prevención para cada uno de los grupos de riesgos (Murray, 06 de junio de 2002).

La campaña destinada exclusivamente a homosexuales masculinos, por ejemplo, muestra a dos chicos, uno sujeta un condón y el otro un tubo de lubricante. Un anuncio distinto, en donde padre e hijo se abrazan sonrientes, dice: “Usa condones con tu compañero. Ésa también puede ser una conversación de padre para hijo”.

La más provocadora es una propaganda de televisión exhibida en horario estelar. En ella, una familia habla abiertamente sobre el compañero del hijo. Al final, la madre le dice al joven: “No te preocupes, hijo mío. Ya encontrarás un chico que te merezca, que use condones” (Murray, 06 de junio de 2002).

Sin duda, estos avances se deben, en parte, a la fortaleza y la efectividad de las organizaciones LGBT cariocas, que reclaman el acceso a tratamiento antirretroviral a más de cien mil infectados.

El movimiento LGBT venezolano todavía está en una etapa de consolidación. La primera organización LGBT del país fue Entendido, una revista editada desde 1980 hasta 1983. Después de una década de silencio en 1993 se conforma el Movimiento Ambiente de Venezuela financiado con recursos de la Unión Europea para la prevención del VIH/SIDA en HSH (Santis, 1983; Glen-ciano, 1999; Onori, 2000).

En el 2000 gracias a unos talleres de la Asociación para la Salud Integral y Ciudadana de América Latina (ASICALT) en la región andina sobre la prevención de VIH en HSH nace la propuesta de crear una red de organizaciones LGBT venezolana. Esta idea se concreta al año siguiente pero no logra mantenerse en el tiempo.

En la actualidad (año 2004) algunas de las agrupaciones LGBT del país son Tendencias, Unión Afirmativa, Alianza Lambda de Venezuela, Amazonas de Venezuela, Movimiento Gay Revolucionario, Gays por la Libertad. Además en el área comunicacional existen los portales en internet Repúblicagay.com, Gayven.com, Clubprisma.com; la guía de fiestas y eventos “En Ambiente” y el boletín informativo “La Voz de Lambda”.


2.2.7 Balance del movimiento LGBT
Después de realizar este recuento de la historia de las minorías sexuales, es relevante presentar de manera breve los principales avances y retrocesos que este colectivo ha obtenido en diferentes áreas.

El logro más importante de los últimos años ha sido la normalización del hecho homosexual en las sociedades occidentales, con la despenalización de las conductas LGBT, lo que ha originado en varias partes del globo el nacimiento de organizaciones LGBT de diversa naturaleza: públicas o privadas, con o sin fines de lucro, con propósitos recreativos, pedagógicos o asistenciales, etc. (ONUSIDA y Liga Colombiana, 1999).

En materia legal, los grupos LGBT han logrado derogar leyes antihomosexuales y han incluido la prohibición explícita de la discriminación por orientación sexual en algunas constituciones (González, 14 de Diciembre de 1999).

Para Amnistía Internacional (1994) las personas LGBT son “perseguidos de conciencia”, así lo manifiesta una resolución que ratifica que los derechos humanos son indivisibles y universales. También la Organización Mundial de la Salud retiró a la homosexualidad de su lista de enfermedades en 1997.

En los noventa una de las grandes luchas del movimiento LGBT es que se reconozca legalmente la unión entre personas del mismo sexo, con todos los derechos que esto acarrea: adopción, herencia, seguridad social, cobertura. La otra batalla es la aceptación de los LGBT dentro del ejército. Una de las promesas electorales de la reelección de Bill Clinton era aceptar a LGBT dentro del ejército estadounidense. Sin embargo, debido a la oposición de grupos conservadores esta meta no se pudo conseguir (Moss, 30 de junio de 1996; Fernández y Sciolla, 1999).

Otro de los logros fue la desestigmatización del SIDA como producto del avance de las investigaciones y las campañas masivas destinadas a hablar de la enfermedad. Aunque la población gay masculina sigue siendo un segmento afectado por la epidemia, sobre todo en los países en vías de desarrollo, ahora se sabe que cualquiera puede contraer la enfermedad (Aliaga y Cortés, 1997; Lapierre, 2002).

La crisis del SIDA ha marcado la naturaleza y la finalidad del movimiento LGBT de los últimos veinte años. Según Fernández y Sciolla (1999), después de la epidemia se observa la conformación de un colectivo más activista y menos hedonista.

En el campo político, varios líderes y liderezas han reconocido públicamente la igualdad de las demandas de los LGBT y han legitimado su lucha en el terreno electoral. También varios políticos que ocupan cargos públicos han reconocido abiertamente ser LGBT. Los actuales alcaldes de París y Berlín durante su campaña electoral hablaron de su sexodiversidad, lo que no impidió que el electorado votara por ellos (León, Diciembre 2003).

En el área económica, muchas compañías de viajes, cuidado personal, moda, etc. han descubierto el potencial financiero del mercado LGBT (Rojas, 2002). Una encuesta realizada en España por el grupo Arco iris revela que un LGBT gasta en ocio casi el doble que un español promedio y un 300 % más que los heterosexuales en su cuidado personal, lee más libros y acude más veces al teatro o al cine (Gómez, 1 de Julio de 2001).

En el aspecto religioso los avances han sido pocos. La posición de las principales religiones –entre ellas la católica, la musulmana y la judía– todavía se mantiene contraria a la diversidad sexual. Recientemente el Papa Juan Pablo II exhortó a los presidentes y legisladores católicos a no aprobar los proyectos de parejas de hecho que se discuten en los parlamentos de muchos países.

En el campo educativo también se progresa de manera más lenta. Las agrupaciones LGBT no han logrado que se incluya la orientación homosexual en los programas de educación sexual como una opción válida para los estudiantes de secundaria. El colectivo Lambda de Valencia, España, por ejemplo, intentó modificar los textos para la formación de docentes que contenían claras opiniones homófobas pero no obtuvo una respuesta satisfactoria (Prats, 8 de Enero de 2002).

En Escocia en enero de 2000 se generó una enorme controversia entre los grupos que pedían reformar un programa educativo con conceptos discriminatorios por uno más respetuoso de las diferencias humanas, el punto álgido era la tolerancia de las diversas orientaciones sexuales (Polémica sobre homosexualidad provoca encendido debate en Escocia, 14 de enero de 2000).

2.2.8 Debates dentro del movimiento LGBT
Además de estos logros y retrocesos, hay dentro del movimiento LGBT algunos debates que pueden ayudar a comprender las diferentes corrientes que conviven en su interior y las propuestas que de ellas se desprenden.

Mirabet (1985) concluye que la liberación de los LGBT debe poseer tres características: ser incluyente, educador y mixto. Esto le permitirá construir puentes con la población heterosexual y le garantizará que en el futuro no se aísle del resto de la sociedad.

Cruishank (1992) por su parte examina el movimiento LGBT desde tres perspectivas: como un movimiento de liberación sexual, como un movimiento político y como un movimiento de ideas. Además, presenta sus vínculos con otras corrientes progresistas como el marxismo, el socialismo, el feminismo, el movimiento ecológico, entre otras.

Para Cruishank (1992), el colectivo LGBT es un movimiento político porque critica estructuras de la sociedad patriarcal, androcéntrica y heterosexista en la que se vive. Asimismo es un movimiento de liberación sexual en la medida que desmonta barreras y limitaciones en el ejercicio sexual no sólo de los LGBT, sino de todos los integrantes de la sociedad. Por último, es un movimiento de ideas porque exige repensar conceptos como sexo, roles sexuales, género, sexualidad, regulaciones en el sexo, etc.

Para Weinberg (1973), la piedra angular del movimiento LGBT se basa en que no puede defenderse una orientación sexual como preferible sobre otra. “La liberación de los homosexuales supone la exigencia de que el individuo goce de la libertad necesaria como para no tener que alinearse en una preferencia sexual dictada desde el exterior” (p. 127). Para este autor la premisa es que el sexo constituye fundamentalmente una expresión de la individualidad.

Muchas de las discusiones que se dan dentro del movimiento LGBT se refieren a los vínculos entre las personas sexodiversas y la cultura dominante. Entre los puntos que continúan generando polémicas está, por sus implicaciones políticas, el origen de la homosexualidad.

Otro tema controversial es la salida del closet y la visibilidad. Sobre este aspecto hay básicamente dos posturas. La primera considera que es una buena táctica porque le brinda a las nuevas generaciones modelos de comportamiento alternativos a los estereotipos, además que aumenta la presencia en los medios de comunicación. Los que respaldan esta posición recuerdan que la población no tomó en serio el SIDA hasta que la homosexualidad de Rock Hudson no fue revelada poco antes de su muerte por el VIH.

La segunda posición se opone a la salida del armario porque considera que es una violación a la privacidad de las personas. Hacer pública la orientación sexual debe ser una decisión individual y forzar a otros a decirlo es otra forma de violencia psíquica. En esta materia todavía queda mucha tela que cortar (Cruishank, 1992).

Otro aspecto que genera polémicas es la diversidad interna del movimiento. La influencia de la cultura estadounidense en los países vecinos presenta la duda si el movimiento LGBT realmente expresa su pluralidad interna o si sólo es un reflejo de “una identidad gay a la gringa”.

Esta identidad “a la gringa” consiste en dos hombres masculinos, que se autoidentifican como homosexuales y tienden a formar parejas estables, viven en guettos, adoptan modas parecidas, y luchan por derechos de igualdad social, para casarse y adoptar niños, entre otros (Fernández y Sciolla, 1999).

Esta no es la misma identidad que se encuentra en otras partes del mundo. Sin embargo para estos autores, la identidad gay “a la gringa” se ha impuesto lentamente en Iberoamérica:

“Ser gay en este sentido no es sólo acostarse con otro del mismo sexo sino que es una identidad, un estilo de vida, una forma de verse y ver el mundo diferente que tiene como base la sexualidad –y no el género– del individuo” (p.83)

Esto puede originar distorsiones o imágenes equivocadas en el movimiento sexodiverso y hace invisible la enorme pluralidad de estilos de vida LGBT que existen en el mundo.

La presencia de las mujeres lesbianas dentro del movimiento también forma parte de esa diversidad interna que se reclama. Algunos consideran que muchas agrupaciones LGBT repiten los patrones sexistas y discriminatorios al colocar a las mujeres en papeles secundarios. La crisis del SIDA ha hecho que más lesbianas se sientan alienadas en las asociaciones que sólo se encargan de luchar contra la epidemia.

Otros autores perciben que los medios de comunicación todavía no han descubierto el carácter cosexual del movimiento LGBT. Pero la mejor evidencia de la corriente cosexual se observa en la celebración del Orgullo LGBT que se realiza en junio en diversos países del mundo porque en esos eventos asisten tanto hombres como mujeres.

Un tema que genera debates es la distorsión que los medios de comunicación masivos ofrecen sobre la agenda y los objetivos del movimiento de liberación LGBT. A pesar del avance en los últimos años todavía persisten en algunos medios impresos, radioeléctricos y audiovisuales y también entre sus periodistas, una visión prejuiciada del tema lo que contribuye a conservar estereotipos y caricaturas de la comunidad LGBT.

Para enfrentar estas distorsiones los colectivos LGBT han creado sus propios espacios comunicacionales que reflejen de manera más fiel sus demandas y exigencias. Con estos canales no sólo intentan cambiar los estereotipos que la población en general tiene de ellos sino que además toman la palabra y se atreven a presentar imágenes positivas de la vida sexodiversa.

A manera de cierre, a lo largo de este capítulo se observa que los LGBT en el siglo XX se transforman de enfermos y delincuentes en una minoría sexual que lucha por sus derechos civiles. Este recuento pone de manifiesto varios elementos comunes a lo largo de la historia del colectivo LGBT. Primero, en los últimos siglos las expresiones de las sexualidades alternativas tienden a encontrar en los centros urbanos un entorno más tolerante y permisivo para su desarrollo, de ahí que las manifestaciones más importantes de los grupos LGBT tengan un carácter urbano y se den en grandes ciudades.

Además se aprecia que en diferentes épocas ha habido períodos de gran libertad para los LGBT, seguidos por etapas de gran represión para volver a momentos de mayor libertad. “Es casi como un péndulo o un espiral donde a las olas de la represión siguen las olas de libertad” (Fernández y Sciolla, 1999, p. 27). En otras palabras, las actuales conquistas del movimiento LGBT no son una garantía de que en el futuro no habrá períodos de persecución. “Los espacios como se ganan, pueden perderse” (Finco, 2003).

En el próximo capítulo se presenta la evolución de las publicaciones destinadas a LGBT en el siglo pasado y se establecen los parámetros para reconstruir la historia de un medio impreso.

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