En
Venezuela prohibieron el uso de biopolímeros de cualquier tipo. La
decisión del gobierno se dio después de la muerte de varias mujeres
que se habían colocado esta sustancia.
A
pesar de la prohibición, hay gente que sigue inyectando estas
sustancias. Acá el testimonio de una periodista que hizo un trabajoencubierto en Caracas.
En
Catia inyectan y sellan con pega y teipe
Airam
Fernández
En el piso 3 del edificio Metropol, en pleno bulevar de
Catia, la reja blanca está cerrada, pero una mujer cercana a los 50
años con lentes de contacto verdes y pollina postiza se asoma por
las rendijas y atiende: "¿Sí, a la orden?"
-Buenas,
¿aquí es que ponen las inyecciones de los pompis?
-Eso
está prohibido, ¿sabía? Pero espérese un momentico, que ya la va
a atender el doctor.
Abre
la puerta. Arnoldo es el "doctor". Habla por teléfono,
sentado frente a su escritorio. Las paredes están adornadas por
cuadros de mujeres con cuerpos esculturales. El sitio no mide más de
ocho metros cuadrados, tiene un cuarto con una camilla y una silla
como las que usan para extraer sangre. La sala de laboratorio es la
fachada. Al lado hay otra habitación. Y antes de seguir detallando,
Arnoldo tranca.
-Mucho
gusto, ¿qué me la trae por aquí?
-Me
contaron que usted pone las inyecciones en el pompis...
-¿Quién
la refirió? -interrumpe.
-Una
vieja paciente suya.
-Mire,
sígame por aquí que yo le explico todo.
Hay
que caminar por un pasillo corto, pasar frente a un baño con la
puerta abierta -que no huele precisamente a desinfectante floral-
para llegar al tercer cuartico, al verdadero consultorio. Una camilla
de semicuero negro, una silla de madera, un equipo de sonido con
grandes cornetas polvorientas en las que suena Traffic Center y un
escritorio en el que reposan una caja de "quemaditos",
frascos vacíos e inyectadoras sueltas.
Arnoldo
no es médico; "pero me gusta que me digan doctor", porque
ha hecho "algunos cursos". Se sienta en la camilla y antes
de hablar de precios, intenta ser claro: "Lo que yo inyecto son
biopolímeros, y como ya sabrás, esto es peligroso. El líquido te
puede migrar a cualquier parte del cuerpo; puedes sentir dolores. No
puedes llevar sol en la playa porque las nalgas se te van a manchar;
no puedes hacer ejercicios que toquen la parte de los glúteos; pero
lo más común es que te dé alguna infección, aunque eso no es mal
de morirse porque con antibióticos e inyecciones de esteroides eso
se quita rápido".
Después
explica el procedimiento. Dibuja nalgas en el aire, hace unas seis
pequeñas marcas en cada glúteo imaginario para ilustrar por dónde
pinchará. Cuenta que luego coloca la anestesia local "al 1%",
pasa un yelco calibre 14 y empieza a inyectar el biopolímero, que
viene en un pote plástico similar al de suero. Se tarda más o menos
45 minutos, y cuando está todo distribuido viene el último paso:
sellar cada punto con un poco de pega de uñas y encima un teipe.
Sigue
en la evaluación. Hay que bajarse los pantalones, acostarse en la
camilla y dejar que Arnoldo determine la cantidad de relleno. "Tú
vas bien con 1.000 cc. Te pongo 500 cc primero, luego esperamos un
mes para ponerte el resto si tú quieres. Por eso te cobraría Bs 15
mil. Si con la primera dosis te sientes cómoda, pues te quedas así.
Si quieres más, te hago un precio especial y me pagas solo Bs 5 mil
adicionales. En total serían Bs 20 mil".
Ese
jueves 20 de junio, Arnoldo se queda esperando una llamada con una
confirmación para darle play al proceso y encargar el material.
Aclara que, según sus proveedores, lo traen de España y lo envasan
en Venezuela. Antes de despedirse, hace una advertencia: "Esto
en grado 33, ¿estamos?".
.......
Últimas
Noticias tiene un especial en su página web sobre los biopolímeros.
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