Este es mi blog. Me llamo Jorge, soy periodista, aprendiz de historiador y requetechavista. Por acá comento noticias sobre diversidad sexual, feminismo, lucha contra el VIH/SIDA, organizaciones LGBTI de la Patria Grande y otras mariqueras. También puedes seguirme por tuiter @BitacoraDSx
domingo, 15 de octubre de 2017
Educar a una feminista de Beatriz Bonete
Me encantó este artículo de Beatriz Bonete. ¿Cómo podemos criar a una feminista? Acá Beatriz nos cuenta su experiencia como hija de una feminista y dirigente sindical. Entrañanle historia sobre su madre.
Beatriz Bonete es socióloga e investigadora, especializada en prevención de violencia sexual y de género.
Educar a una feminista
Beatriz Bonete
Percibo mucha preocupación en mis amigas que son madres por primera vez a la hora de afrontar la preparación de cómo criar a sus hijas e hijos. Las veo leer, hablar y releer sobre conceptos que parecen que han estado toda la vida con nosotras -pero no- como “crianza con apego”, “co-lecho” o “amamantar hasta que el cuerpo aguante” (perdónenme esta broma de producción propia). Y esto me hace plantearme lo siguiente: “¿hay también una preocupación, además de por cómo criar, por cómo educar?”. Y voy más allá: “¿se plantean nuestra generación de “nuevas madres” cómo educar a sus criaturas para que, además de estar bien criadas sean feministas?”.
Yo que, hasta el momento, no puedo hablar como madre, hablo como hija, contando mi experiencia de cómo he sido educada en el feminismo por una feminista. Y cómo además el experimento (porque en los inicios fue eso, un experimento) ha tenido, yo creo, un resultado bastante decente. Que no era fácil (y cuándo lo es…).
No creo que mi madre tuviera una intención específica, al menos al principio, de hacer de mí una feminista. Creo que, simplemente, por ensayo-error, se fue dando cuenta de que quería prepararme para situaciones que había vivido como mujer en otra época, pero que seguían siendo obstáculos reales en la época que yo inauguraba. Ella en ese momento no lo sabía, pero mi madre al educarme, quería empoderarme. Y para conseguir su objetivo, me decía cosas como: “Bea, tienes 16 años, hija. No te eches novio tan joven. Que vas a tener tiempo de tener uno, dos o los que quieras. Ahora disfruta, relaja el paso”.
Y cuando no le hice ni puñetero caso y me eché un novio, enamorada de la forma delirante (y en muchos casos, preocupante) en la que se enamoran las adolescentes, mi madre seguía su adoctrinamiento diciéndome: “no dejes de hacer tu vida, no dejes de hacer tus cosas, sigue quedando con tus amigas. No dejes nada de lado”. La adolescencia es complicada siempre. Contrarrestar además las inercias nocivas de esta época con mensajes feministas, era directamente, para nota.
Llegó un momento en que mi madre empezó a reconocerse como feminista. Fue un proceso que se acompañó y alimentó de un nuevo rumbo profesional con el que se colocó al frente de la lucha por los derechos laborales de las mujeres. En esta tarea encontró su sitio y su pasión. Y ahí sí que yo ya no hubo escapatoria para mí. Mi madre había empezado a leer, a informarse y a formarse, y sus mensajes empezaron a tener más fuerza, más seguridad, más consistencia.
Lo que hasta entonces más o menos improvisaba, a partir de ese momento se convirtió en toda una estrategia de educación y conversión al feminismo mediante la que me insistía siempre en: “que sí Bea, que muy bien que no faltes a ninguna manifestación del 8 de marzo, pero tendrás que militar e implicarte en algún sitio, ¿no?”. También cuando empecé a trabajar me comentaba, como quien no quiere la cosa: “empieza desde cero y tranquila, pero no pierdas de vista que hay que intentar estar donde se toman las decisiones”.
Esta semana se cumple un año de la muerte de mi madre, y para mí es bonito comprobar como todos aquellos mensajes que me transmitió, tanto los que yo respondía con un “que sí mamá, que sí…”, como los que recibía con curiosidad y atención, siguen resonando en mi cabeza como si nunca hubiera dejado de decírmelos.
Para mí, con la perspectiva nada objetiva de ser su hija, mi madre hizo cosas increíbles. Sobre todo, teniendo en cuenta el lugar del que partió: un entorno en el que el feminismo era algo ajeno, hostil, invisible. Ella, desde luego, hizo lo difícil. Yo, sin tenerlo tampoco fácil (cuándo lo es…), sólo tuve que seguir el camino.
Mi madre era sindicalista y feminista. Fue la Secretaria de la Mujer de la Federación de COMFIA en Comisiones Obreras, desde donde peleó, negoció y en algunas ocasiones, porque no le dejaron otra opción, también asumió renuncias. Mi madre, y cito ahora las palabras que sus compañer@s le dedicaron: “bajo lemas como ‘Nosotras sí podemos’ o ‘Nosotras sí lideramos’, promovió seminarios, encuentros y talleres en el sindicato, fruto de los cuales, la paridad en los órganos de decisión de la Federación de Servicios de Andalucía es un hecho, más allá de lo propiamente estatutario”.
Hizo todo eso y mucho más. Muchas cosas que tengo muy presentes. Aunque sin duda, lo que más me gusta recordar de mi madre es cuando acompañaba todo lo que me decía y me enseñaba con un irrebatible “y esto te lo digo yo, porque soy feminista y soy TU madre”.
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