En agosto de 2013, una valiente mujer
constarricense demandó a su país ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. Lo hizo porque Costa Rica le negó la
posibilidad de que ella se hiciera un aborto terapeútico.
Ella tiene 32 años, usa el seudónimo
de Aurora y mantiene su nombre en privacidad para evitar los ataques
de la prensa y la jerarquía católica. Aurora contó con el apoyo
del Centro de Derechos y la Colectiva por el Derecho a Decidir de
Costa Rica.
Ella salió embarazada, pero a las doce
semanas, los médicos le informaron que el feto sufría del síndrome
de "abdomen pared". Esto significa que el feto tenía
abierta la pared abdominal y expuestos el corazón, el hígado y los
intestinos.
El feto no tendría ninguna posibilidad
de sobrevivir después del parto. Moriría a los pocos minutos.
Aurora pidió que le permitieran hacerse un aborto terapéutico, pero
el Estado costarricense se lo negó. La obligaron a concluir el
embarazo, a pesar de que el feto no sobreviviría.
Ahora ella lo demanda ante la CIDH.
Desde acá le deseamos a Aurora el mayor de los éxitos.
La CIDH no es santa de mi devoción.
Este organismo fue el mismo que saludó al dictador Pedro Carmona
durante el breve golpe de estado en Venezuela en el año 2002. Más
de una década después la CIDH sigue sin explicar por qué lo hizo y
tampoco ha ofrecido al pueblo venezolano por el detallazo de ser la
única institución interamericana que reconoció a los golpistas.
Sin duda, esa organización necesita una profunda reforma interna
para recuperar un mínimo de respeto y legitimidad ante las naciones
latinoamericanas y caribeñas.
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