Este es mi blog. Me llamo Jorge, soy periodista, aprendiz de historiador y requetechavista. Por acá comento noticias sobre diversidad sexual, feminismo, lucha contra el VIH/SIDA, organizaciones LGBTI de la Patria Grande y otras mariqueras. También puedes seguirme por tuiter @BitacoraDSx
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sábado, 5 de julio de 2014
Jorge, la "promesa" deportiva
De pequeño mi papá me obligó a practicar deportes. No exagero. Literalmente me obligó. Él decía que era bueno para mi salud. De esa época me quedaron unas piernas bonitas.
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Hice Kung Fu en una academia a dos casas de la mía. Así que era difícil evadirme. Los martes era para practicar figuras (katami) y los jueves era de combate. Le tenía terror a los jueves. Desde pequeño fui más alto del promedio. El entrenador suponía que yo era mayor y siempre me ponía a pelear con niños de más edad. Sufría horrores.
Un día que me estaban haciendo papilla en combate, el entrenador me preguntó la edad. Le dije 7 años. "¿Siete años? muchacho, anda a sentarte". Respiré aliviado.
La academia cerró cuando los dueños de la casa se mudaron.
2
Después me pusieron a jugar béisbol. A esa edad, mis padres y yo todavía no nos habíamos dado cuenta que yo era miope. No veía la pelota, así que mi carrera en el béisbol fue corta y poco prometedora.
3
El vecino del frente tenía un equipo de fútbol y me inscribieron allí. Me pusieron de defensa. Era bueno. Ganamos varios campeonatos. El entrenador era bien chévere. Cuatro años después, él tuvo que mudarse y lo reemplazaron por un cerdo maltratador que mató mis ganas de jugar fútbol.
De esos cinco años de fútbol, recuerdo mucha homofobia. Lo peor que te podían decir era "maricón". De esa época viene mi primer y único apodo, al menos que recuerde. Me decían "chivita" porque tengo un lunar de pelo sobre la manzana de Adán, como los chivos.
Ahora dicen que los apodos son una forma de bullying, pero confieso que el apodo no me molestaba. Incluso llegué a sentir que formaba parte del equipo gracias a ese apodo.
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Creo que después del fútbol mi padre se resignó. Por mi altura, varios vecinos me propusieron jugar basquetbol o voleibol. A todos les saqué el cuerpo. Lo mío no son los deportes. Gracias a Dios, mi papá lo entendió.
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En la universidad hice natación. Quería aprender a nadar. Duré poco. Era complicado. Vivo en una ciudad satélite y estudiaba en la capital. Luego de la clase de natación tenía que estar toooodo el día con el perolero mojado en el bolso. Además me dio un hambre brutal en esos meses. Quizás fue por la actividad física. Una hora después de almorzar ya estaba hambriento. En fin. No funcionó.
Sería fino retomarlo. Solo como pasatiempo. Me gusta estar en el agua.
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Lo único que me gusta del deporte son algunos deportistas. De los futbolistas me gustan sus piernas y nalgas. En básquet y voleibol me derrite saber que son altísimos. Tengo una debilidad por los 1.90 pa arriba.
No entiendo nada del rugby, pero ver la temporada de rugby europeo en primavera es mi paraíso personal.
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Nunca entendí porqué hay tanta homofobia en el deporte. Maricos y bisexuales hay en todos lados. ¿O es que crees que alguno de tus compañeros de equipo no se ha masturbado alguna vez pensando en ti?
Tampoco entiendo porqué los hombres heterosexuales suelen ser tan competitivos entre ellos. Es aburrido.
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¿Consejo para los padres? No inscribas a tu hijo o hija en una actividad que no le guste. Pregúntale qué le gusta y apóyalo/la. Si el día de mañana él/ella cambia de opinión, apóyalo/la. Ayúdala y ayúdalo a descubrir qué cosas les gusta hacer, pero no lo/la obligues. Tú puedes tener las mejores intenciones, pero obligándolos puedes conseguir lo opuesto.
Nada obligado funciona.
Hasta aquí mi terapia de hoy.
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