Este es mi blog. Me llamo Jorge, soy periodista, aprendiz de historiador y requetechavista. Por acá comento noticias sobre diversidad sexual, feminismo, lucha contra el VIH/SIDA, organizaciones LGBTI de la Patria Grande y otras mariqueras. También puedes seguirme por tuiter @BitacoraDSx
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domingo, 27 de julio de 2014
Cuando sea grande quiero rescatar animales de la calle
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En mi cumpleaños 27, un amigo me regaló dos gaticos callejeros. Neko Chan y el Catire. Los había conseguido en Aproa, la Asociación de Protección Animal.
El catire se fue a la casa del lado. Neko Chan se quedó solita y a los dos meses, le busqué compañía en Aproa. Ahí encontré a Manchita y Pancha.
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No sé si fue el reloj biológico, pero desde entonces se me arruga el corazón cada vez que veo un animal en la calle. Hay gente que cuando quiere salir de sus mascotas, los bota en la autopista para que un carro los atropelle. Una crueldad.
El otro día subiendo a Caracas, frente a la Villa del Cine en Guarenas, veo a dos perros en la isla del medio de la autopista. Los habían botado allí. Un perro amarillo grande y una negra más pequeña. Estaban muy asustados.
Intenté pararme pero iba en el canal rápido y era peligroso. Al día siguiente cuando pasé a buscarlos, estaban atropellados. Yo pude haber hecho algo por ellos, y no lo hice.
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En estos años he rescatado a varios animales de la calle.
Canelita era una perrita que estaba en el Centro de Rehabilitación Integral del Rodeo. Me la llevé a la casa, le curamos la sarna y luego una amiga de mi mamá decidió adoptarla.
Azabache era un gatico bebé negro, botado en la parada de carros para Guarenas. Tenía una patica lastimada. Nos lo llevamos al terreno de la montaña, lo curamos y mi papá le buscó casa.
Dos cachorros cerca de mi trabajo también los encaramé en mi carro un viernes y ahora están felices en la montaña con un vecino de mi padre.
El último fue Bandido, un gatico en la misma parada de autobuses de Guarenas. Por varios años le hizo compañía a Bombón, el otro gato de la casa.
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Lo último que quiero hacer lo descubrí leyendo una biografía de Leonardo Da Vinci. Él compraba pajaritos y los liberaba. La idea me encantó y comenzaré a hacerlo. Un ave presa en una jaula es un contrasentido. Si los pajaritos tienen las alas muy cortas, se las dejamos crecer y los soltamos en la montaña.
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Mis amigos bromean conmigo. Dicen que si sigo así, terminaré siendo un viejo soltero. Yo ya les ofrecí cupo en un ancianato que montaré cuando todos estemos masticando el agua. Además estaremos rodeados de gatos y perros.
Mi amiga Silvia me dice que el príncipe azul no va a tocar la puerta de mi casa. Tal vez ella se equivoca. Quizás sea un veterinario que haga visitas a domicilio.
Si en el futuro, estoy económicamente muy solvente, me gustaría montar un local que cuide animales de la calle y les busque casa. Y si no les conseguimos casa, se quedarán conmigo hasta que se mueran de viejitos.
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