Esta noticia me robó una sonrisa. En Holanda las personas que se consideran ateas alcanzan el 44% de la población. Por eso, las antiguas iglesias han comenzado a convertirse en librerías, tascas y cafeterías. Incluso algunas catedrales ahora son espacios para conciertos. No tienen fondos para mantener esos espacios.
Lo
que ocurre en Holanda puede ser el futuro de la iglesia católica
latinoamericana si su jerarquía sigue de espaldas a sus creyentes.
Ellos se niegan a dar respuestas a los problemas cotidianos de los
millones de creyentes católicos del mundo.
La
jerarquía sigue oponiéndose al uso de la pastilla anticonceptiva y
los preservativos. Como lo oyes. No es un chiste. Si usted usa
píldoras para el control de su fertilidad, no se lo diga a su
párroco. Podría ser sancionada.
Estos curas de trajes pomposos siguen rechazando las relaciones sexuales antes del matrimonio. ¿Qué hacer entonces con las ganas? Sencillo. Abstinencia y si no aguanta, cásese primero.
¿Y
si me casé con la persona equivocada? Sorry. Los católicos no
apoyan el divorcio. "Lo que Dios une, no lo separará el
hombre". ¿Recuerda sus votos? "Hasta que la muerte los
separe".
Y
no hablemos de ordenación de las mujeres, derecho al aborto,
relaciones homosexuales, o permitir a sus sacerdotes casarse.
El
tiempo es implacable. Cada año que ellos mantienen sus posiciones
medievales, más creyentes dejan de ir a sus templos, o peor aún,
deciden cambiar de confesión religiosa y se unen a grupos
cristianos. Libre mercado espiritual.
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